Las balitas salvadoras


Comienzo el ciclo de cuentos, historias y anécdotas de swebb, muchas del departamento y otras de San juan, son de mi autoría y espero les guste.
La primer historia es de un Mediaguino de 85 años y que será protagonista de muchas historias que compartiremos los fines de semana.
Se llama "Silvio" nació mirando para arriba ,un diezsiciete de febrero, de 1928 en un lugar inóspito llamado la sierra de los Chávez, en valle Fértil San juan, en su vida quedan marcadas todas las huellas de ser un argentino pobre,
Hijo de un inmigrante español que desapareció cuando su madre estaba embarazada el cual vino a cosechar y de un día para el otro no estaba más, dejó una criatura a la vera del camino, hijo de una santa madre que lo cuidó y aconsejo, en la medida de sus posibilidades hasta el día de su muerte. Hermano mayor de dos personajes que protegió hasta que pudo.
Su vida no fué destacada históricamente, no ganó un mundial, no ganó un oscar, no recibió un nobel, no estuvo en ninguna guerra, ni siquiera se destacó en ningún deporte, pero tiene la dicha de haber sobrevividdo a todas las circunstancias que han azotado al país en estos últimos casi noventa años, desde Yrigoyen hasta Cristina.
Diferentes visicitudaes, diferentes historias vividas en el paso del siglo más complicado de Argentina, ni hablar de estar inserto en una provincia alejada de todo centro urbano importante como San juan, mucho menos aún vivir toda la vida, dentro del interior de la provincia, desde Valle féritil hasta Sarmiento, pasando por Pocito y Albardón.
La historia es la siguiente:
Las balitas salvadoras:
Una tarde de abril de 1933 con 6 años a estrenar, me levanté muy tarde, que no era costumbre en mi y noté que mi madre estaba muy mal de ánimo, pregunté que le pasó dijo nada, al conocerla bastante insistí, respondío que no tenía ni una sola moneda para desayunar.
Se me partió el corazón y pensando y pensando salí a la calle, un grupo de amigos del barrio jugaban a las balitas, me acerco y recuerdo que tenía dos en el bolsillo, pedí entrar al juego y empezó mi gesta.
Jugabamós a la troya, mi puntería de toda la vida era lamentable, pero ese día me transformé en el mejor jugador del mundo, de donde tiraba sacaba balitas del círculo maldito de la troya, de a dos, de a 3 metros, le pegaba, tuve un ojo de halcón con una precision increíble.
Mi botín fué de 15 balitas de porcelana, nadie me quitó ni una, ni lerdo ni perezoso ofrecí todo lo recaudado, me ofrecían, 5, 10, 15 centavos pero no acepté, el hijo del intendente me propuso 50 cvs y acepté.
Fuí volando al almacén y compré, cuarto de azúcar, cuarto de yerba, y dos semitas.
Volví triunfante prero feliz con haber ganado mi premio mayor que fué la sonrisa de mamá que vale mucho más que un millón.
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