Fiesta de la salamanca

Roberto un hombre de Divisadero, que realmente no era creyente ni de Dios, ni de las cuestiones sobrenaturales, un día le pasó mano.
Si bien no era alcohólico, de vez en cuando se pasaba de copas en un viejo bar que había en la zona, allá por los 40, con gauchos amigos.
Un día de julio del 41 comió un chivo con sus amigos en el campo  y tomó demasiado vino. 
Fue al baño y se mareo mal, se desmayó por largo rato y una falsa coral lo despertó al pasarle por arriba de la cara.
Seguía mareado y caminaba y caminaba, ya lo había hecho por varias horas y no encontraba el fogón.
El frío lo estaba congelando y las estrellas no lo guiaban, caminó dos hs más, según algunos datos eran las 3 am.
Hasta que vislumbraba una luz, se acercó cada vez más, era el medio del campo, de la nada misma y había gente bailando música tipo árabe, mujeres muy hermosas, diversas bebidas y comidas de todo el mundo.
Desde ese momento Roberto se volvió a perder, pero en un transe en el inframundo.
Se despertó al otro día cerca del cerrillo, desnudo, rasguñado entero, lleno de orina y bosta de caballo, había estado nada más y nada menos en una fiesta de la salamanca.

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