Los carnavales en Sarmiento fueron, durante décadas, uno de los eventos más esperados y vibrantes de la provincia. Conocidos como los corsos de Media Agua, este festejo popular trascendió generaciones, atrayendo a visitantes de distintos rincones de San Juan. Lo que alguna vez fue una tradición masiva y llena de color, hoy sobrevive en pequeños vestigios, dejando en el aire la nostalgia de aquellos tiempos dorados.
Un festejo con raíces antiguas
El carnaval tiene orígenes en celebraciones paganas previas a la era cristiana. Con la llegada del catolicismo, este evento se vinculó con la tradición de la Cuaresma, comenzando el Miércoles de Ceniza. En Sarmiento, los registros históricos indican que desde los años 30 se realizaban corsos en Media Agua, cuando la urbanización del pueblo comenzaba a tomar forma.
Las calles rurales se convertían en el escenario de un festejo que, con el paso de los años, creció en magnitud. Carruajes decorados con esmero, comparsas ensayadas al detalle y un público fiel dieron forma a una celebración que alcanzó su auge entre los años 80 y principios de los 90.
Los años dorados del carnaval
En su época de esplendor, el carnaval era sinónimo de unión y alegría. Durante el día, la “chaya libre” a las 15 horas permitía a los vecinos de barrios como Patagonia I y II sumarse a la tradición de arrojar agua a los transeúntes, en un juego comunitario que fortalecía lazos. Y cuando caía la noche, los corsos en la plaza Dominguito desplegaban su magia.
Las comparsas y carruajes, resultado de meses de trabajo y ensayo, desfilaban ante la multitud, haciendo vibrar las calles con su música y colorido. Pero la celebración no terminaba ahí: los bailes de carnaval, organizados en distintos clubes, reunían a familias enteras en una fiesta que era el cierre perfecto para cada jornada.
El ocaso de una tradición
Sin embargo, con el paso de los años, la esencia del carnaval se fue perdiendo. A fines de los 90, la celebración comenzó a decaer por múltiples razones: cambios en la organización, pérdida de espacios tradicionales, conflictos entre participantes y un comportamiento poco respetuoso de algunos asistentes. Lo que antes era una festividad de alegría y camaradería, poco a poco, fue dejando de convocar a las familias que tanto la disfrutaban.
Hoy, los corsos de Sarmiento apenas sobreviven en la memoria de quienes los vivieron en su máximo esplendor. Sin embargo, la nostalgia por aquellos tiempos felices sigue latente. ¿Será posible recuperar la magia del carnaval? ¿Podrá Sarmiento revivir una de sus fiestas más emblemáticas?